El líder independentista puertorriqueño Filiberto Ojeda
Ríos, eligió morir combatiendo hace once años, frente a enemigos que,
sabiéndolo herido, intentaron humillarlo dejándolo morir desangrado.
Se
necesitaron trescientos gendarmes del FBI para enfrentar y asesinar a un hombre
de 72 años.
Ojeda Ríos es un símbolo para Puerto Rico, y
los símbolos no se matan. Por eso trataron de empequeñecerlo dejándolo morir
inerme y desangrado.
Hace once años, en el pueblo de Hormigueros,
en Puerto Rico, el 23 de septiembre de 2005, agentes del Buró Federal de
Investigaciones (FBI), de Estados Unidos asesinaron fríamente al líder
revolucionario puertorriqueño Filiberto Ojeda Ríos.
Más de 300 oficiales del departamento
policial yanqui que reprime con saña cualquier atisbo de pensamiento
independentista en la isla caribeña, desplegaron una verdadera cacería humana
contra un hombre solo, que supo defender con hidalguía su vida y la de esposa.
Ojeda Ríos supo morir con el honor que
caracteriza a los valientes. A tiros se enfrentó a la jauría colonial gringa
que lo dejó desangrar antes de acercarse a su cadáver. Demasiado miedo ante un
gigante.
Nunca pensaron en capturarlo o llevarlo a
sus tribunales imperiales. La orden dada en Washington era de aniquilar al
guerrero.
Lo único que no consiguieron los agentes
gringos, fue matar el ejemplo de Filiberto, un Héroe eterno de la patria
borinqueña y de Latinoamérica.
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